sábado, 26 de mayo de 2018

El autor


Álvaro (Javier Gutiérrez) es un tipo que tiene un único sueño, quiere escribir una buena novela, una novela que no sea un bestseller sino literatura exigente. Pero hay un problema, no tiene talento para escribir ni imaginación. No obstante gasta mucho dinero yendo a clases de literatura. Un día un profesor egomaniático (Antonio de la Torre) lo motiva con su efusividad y vulgaridad verbal, le dice, anda y mira la realidad, copia la realidad, observa, vive. Le pide que le de existencia a sus protagonistas. Los suyos los considera falsos, carentes de realidad. Y eso es lo que justamente hace Álvaro. Empieza a chismosear alrededor en su edificio.

El filme tiene detalles sencillos pero ingeniosos, como tener de oído el baño de Álvaro que da a la cocina de una pareja de inmigrantes mexicanos, interpretados por Tenoch Huerta y Adriana Paz. En la pared observamos las conversaciones de la pareja, siluetas, sombras, a punto de convertirse en personajes de la obra magna de Álvaro. A medida que sabe más de sus vecinos y lo transcribe empieza a ser felicitado por éste demonio instigador que es el profesor de literatura, que valga la curiosidad tiene cenas opíparas que suelen acompañar éstas tertulias.

El profesor no sabe qué hace en realidad Álvaro, a donde en realidad lo está dirigiendo, pero lo tiene ciego de entusiasmo. Álvaro ha hallado la manera de hacer rica su escritura y está poseído. La moral queda en segundo plano, y poco a poco se va acercando el delito. Para hacer más emocionante su novela, para meterle más drama y novedad, empieza a manipular la realidad. Esto puede sonar un poco tonto, porque si todas las piezas ya están ahí puede simplemente completarlas con la imaginación, pero como si su novela se tratara de un pacto oscuro quiere que esta tenga esa existencia indiscutible y potente de la que le ha hablado el profesor. La única forma de conseguir esta existencia es que primero la vivan.

La respuesta es naif, sin duda, pero se presta para lo lúdico e interesante, quiero que los personajes me enseñen su propio camino, responde el escritor. Es gracioso pero Álvaro tiene un parecido visual a Hannibal Lecter, medio calvo, de cuerpo laxo, pequeño –más Gutiérrez-, siempre acompañado de paredes blancas como de hospital, y una luz que lo rodea. También hay una piscología en juego, ese titiritero que quiere conocer el alma de sus criaturas. Álvaro es un Lecter en sus inicios. Una contratapa. Lecter guiaba a la policía a capturar a un asesino, primero a conocerlo, para descubrirlo. Álvaro en otro sentido, está guiando a sus criaturas hacia un lugar tenebroso, y a todos nosotros hacia su libro, aunque imaginario, y entra a tallar un poco de metacine y metalingüística.

El filme del español Manuel Martín Cuenca es muy español, en un comienzo le pasa algo de factura –como hacer literal un diálogo, inspirarse denudo- pero remonta, además en esa línea tiene tremendo personaje en la actriz Adelfa Calvo como la portera del edificio de Álvaro. Es una mujer segura de sí, que sabe lo que quiere, con carácter y una personalidad que trasciende toda fachada. Tiene una gran frase, qué te crees que soy una chiquilla tonta. A Álvaro le desagrada, pero finge tener atracción por ella. Esto brinda gran dinámica entre estos personajes. Surge una canción cliché de humor pero uno cae redondo.

Ésta propuesta recuerda a Dans la maison (2012), pero tiene su personalidad aunque su aporte es menor. El filme se ampara en la manipulación, en la forma de crear una novela, que los hechos en sí son finalmente secundarios, además yacen bastante explotados antes de llegar a mayores. Se pudo manejar de mil maneras, y la opción de Martín Cuenca es decente, aunque igualmente sencilla. También se marca la corrupción de Álvaro, o quizá siempre fue así, como con su esposa (María León), antes de cualquier acto contra él. Álvaro es una basura de ser humano. Éste personaje no tiene medias tintas, pero es muy cínico, aunque el mundo en gran parte parece serlo también, nos dice el filme. De esto sale una crítica hacia tomarse con mayor tranquilidad la lucha con la página en blanco.